martes, 1 de febrero de 2011

Roland Barthes, “Diario de duelo”



Al día siguiente de la muerte de su madre, Roland Barthes inicia las anotaciones que componen “Diario de duelo”. El escritor apenas le sobrevivirá tres años. Henriette Binger (1893-1977) se casó con Luis Barthes a los veinte años y enviudó a los veintitrés, tras el nacimiento de Roland.


Ejercicio de traducción:

Comenzar:

“Durante todo el tiempo que he vivido con ella –toda mi vida- mi madre no me ha hecho nunca
una recriminación.

*


Idea –estupefaciente, pero no desoladora- de que ella no ha sido “todo” para mí. De lo contrario, yo no hubiera podido escribir una
obra. Desde que yo la cuidaba, desde hace seis meses, efectivamente, ella era “todo” para mí, y he olvidado completamente que había escrito. Antes, ella se volvía transparente para que yo pudiese escribir.

*


Su muerte me ha cambiado, ya no deseo lo que deseaba. Es necesario esperar –suponiendo que esto se produzca- que un deseo nuevo se forme, un deseo posterior a su muerte.


*


En Urt: triste, dulce,
profundo (sin crispación)

*


(Velada con Marco)


Sé ahora que mi duelo será caótico.


*


El apartamento está cálido, dulce, iluminado, propio. Me ocupo con energía, devotamente (lo disfruto
con amargura): de ahora en adelante y por siempre soy mi propia madre.

*


La Depresión vendrá cuando, del fondo de la pena, no pueda aferrarme a la escritura.


*


No decir
Duelo. Es demasiado psicoanalítico. No estoy en duelo. Tengo pena.

*


En el corazón más negro de esta silenciosa mañana dominical:


Ahora sube poco a poco en mí el tema serio (desesperado): ¿de ahora en adelante qué sentido tiene mi vida?


*


Esta mañana, aún la nieve, y en la radio, lieder. ¡Qué tristeza! –Pienso en las mañanas, enfermo, en que no iba a clase y en que tenía la felicidad de quedarme con ella.


*


Veo a las golondrinas volar en la tarde de verano. Me digo –pensando desgarradamente en mamá- qué barbaridad no creer en las almas -¡en la inmortalidad de las almas! ¡qué verdad imbécil el materialismo!


*


Habito mi pena y eso me hace feliz.


Todo lo que me impide habitar mi pena me resulta insoportable.


*


Procuro continuar la vida cotidiana según sus valores: reencontrar la comida que ella hacía haciéndola yo mismo, mantener su orden doméstico, esa alianza de ética y de estética que era su manera incomparable de vivir, de hacer lo cotidiano.


*


Compartir los
valores de lo cotidiano (administrar la cocina, la propiedad, la ropa, la estética y como el pasado de los objetos), era mi manera (silenciosa) de conservar con ella. –Y es por ello que, en su ausencia, puedo todavía hacerlo.

*


La pena es egoísta.


No hablo más que de mí. No puedo hablar de ella, decir lo que ella era, hacer un retrato conmovedor (como el que Gide hace de Madelaine).


(Sin embargo: todo es verdad: la dulzura, la energía, la nobleza, la bondad)


*


Mi moral


-El coraje de la discreción.


(…)


*


MIEDO: siempre afirmado –y escrito- como central en mí.


*


Pienso en el relato de Tolstoi,
El padre Sergio (he visto recientemente la película, mala). Episodio final: el encuentra la paz (el Sentido , o la Exención del Sentido) cuando vuelve a ver a una niña de su infancia, convertida en abuela, Mavra, que se ocupa amorosamente de los suyos, sin plantearse ningún problema de parecer, de santidad, de la Iglesia, etc. Me digo: es mamá. En ella jamás un metalenguaje, una pose, una imagen deliberada. Esto es la Santidad.

[Oh, paradoja. Yo, tan
intelectual, al menos acusado de serlo, yo tan tejido por un metalenguaje incesante (que defiendo), ella me dice soberanamente el no-lenguaje]

*


Mis valores infusos (estéticos y éticos) me vienen de mamá. Lo que ella amaba (lo que no amaba) ha formado mis valores.


*


Mamá y la pobreza; su lucha, sus deberes, su coraje. Suerte de epopeya sin actitud heróica.


*


Hay mañanas tan tristes…



RB, la alegría del lector

La muerte de Roland Barthes